Sala Luis Duart
1. LUIS DUART
Don Luis Duart Alabarta, fue destinado a Benidorm como cura párroco de la parroquia San Jaime y Santa Ana el 14 de octubre de 1950, ciudad en la que residió hasta su fallecimiento acaecido el 3 de enero de 1983.
Además de la extraordinaria labor realizada en su pastorado en la ciudad, la sólida formación humanística que recibió a lo largo de sus estudios eclesiásticos y su amor por Benidorm, le permitió enfrentarse con garantías de éxito, al estudio e investigación en dos vertientes preferentemente; la primera la arqueología, y la segunda la historia local y la eclesiástica.
En el campo de la arqueología destaca su aportación al conocimiento de uno de los yacimientos más importantes de la Comunidad Valenciana referidos al mundo romano, el Tossal de la Cala de Benidorm; fruto de dicha investigación resultó la recuperación de piezas arqueológicas de gran valor como la Diosa Tanit.
En cuanto al estudio de la historia local es de resaltar el realizado para verificar la fecha de construcción de la Iglesia de San Jaime y Santa Ana, así como los estudios relativos al Hallazgo de la Virgen del Sufragio y la Carta Puebla de Benidorm.
2. CEPO ROMANO
Estamos ante el que, casi con seguridad, es el cepo romano más grande localizado en aguas de la provincia de Alicante. Se estima que este cepo de plomo tendrá alrededor de 2.000 años y dadas sus grandes dimensiones -2,20 metros y 350 kilos-, el ancla perteneció a un barco de gran cabotaje, con capacidad para transportar unas 2.000 ánforas de aceite, vino o salazones con destino a Roma. Pero es muy probable que esta mercancía nunca llegara a su destino, porque la nave acabó hundiéndose en la bahía de Benidorm, al parecer en las proximidades de l’Illa.
Aunque conocemos su composición, medidas y el tipo de embarcación del que formaba parte, sigue siendo un misterio quien localizó este cepo en el fondo marino y lo rescató. Tampoco se sabe cómo se sacó de las profundidades una pieza de esa envergadura, ni cuándo exactamente. Tuvo que ser antes de junio de 1965, fecha en que el Ministerio de Educación reclamó al Ayuntamiento la entrega de la pieza al Museo Provincial como atestigua una carta custodiada en el Archivo Municipal.
Los antiguos, que conocían bien el comportamiento climático estacional del mar Mediterráneo, a efectos de navegación, dividían el año entre una época apropiada, el mare apertum, inaugurado con la ceremonia del Navigium Isidis descrita en "La Metamorfosis" de Apuleyo, y el mare clausum, época en la que la navegación no estaba prohibida pero se intentaba evitar a menos que fuese imprescindible. La navegación comercial tenía lugar casi exclusivamente entre los meses de marzo y octubre, es decir, durante la temporada más benigna del año, y empezaba con especiales ceremonias, con la intención de propiciar los tráficos marítimos.
Sobre la base de las antiguas fuentes escritas y con relación a los antiguos puertos y asentamientos, es posible argüir los diferentes sistemas de navegación en uso en época romana. Se pueden reconocer, pues, tres tipos fundamentales:
- Navegación de cabotaje: Cada noche se fondea, con navegación a la vista de las costas y entre núcleos habitados próximos.
- Navegación de gran cabotaje: Como el anterior, pero sin “etapas”.
- Navegación de altura:
De largo recorrido, se enfrentaba con amplios trechos de mar abierto, lejos de las costas y se dirigía hacia lugares a menudo muy distantes del puerto de partida.
Básicamente se puede afirmar que la tradición de construcción naval romana es heredera de la de otras culturas mediterráneas tales como la fenicia, griega o cartaginesa. En muchos casos los diseños de sus buques consistió en la mejora de las naves de las mencionadas culturas, añadiéndose los avances tecnológicos que se iban descubriendo.
Con algunas excepciones, las naves romanas raramente sobrepasaban una eslora de cuarenta metros. En general, parecen dominar las naves medianas o pequeñas, con una media de 16,9 metros.
Sin duda existieron naves mayores que comerciaban con los puertos tarraconenses, como lo testifican los hallazgos de grandes cepos de plomo.
NOMENCLATURA GENERAL DE UN ANCLA
La "caña" es la columna central del ancla a la que se unen los "brazos" en la llamada "cruz". El extremo agudo de los brazos es la "uña", la cual está rematada por el "pico" que era postizo y realizado en hierro. Dichos picos, por su facilidad de degradación es raro hallarlos enteros.
Hay un elemento metálico que tiene la función de unir los brazos a la cruz, es el llamado "zuncho", el cual se hacía fundiendo directamente el plomo alrededor de dichas piezas.
Atravesando la caña del ancla está el "cepo", elemento de gran peso cuya misión es posarse horizontalmente en el fondo, quedando entonces los brazos del ancla a 90º de él, o lo que es igual, quedando siempre uno de ellos apuntando al fondo y, por su peso, clavada su uña a modo de arado.
En el cepo de plomo del ancla romana hay un elemento crucial oculto dentro de la "cajera" que une los "apéndices", el cual, a modo de pasador o contrete de cadena, pasa por el orificio practicado en la caña del ancla impidiendo que el cepo se deslice por la misma o pueda girar.
3. EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE L’ABRIC DE LA CANTERA
El yacimiento de l'Abric de la Cantera, en la Serra Gelada de Benidorm, cuenta con una antigüedad de 25.000 años, 10.000 años más de los calculados inicialmente, según las conclusiones de las prospecciones impulsadas por el Ayuntamiento a comienzos de 2011. Esto sitúa al yacimiento en el Paleolítico Superior y lo convierte en uno de los más antiguos de la provincia de Alicante y probablemente el más antiguo de los encontrados hasta la fecha en la Marina Baixa.
Los restos hallados durante los trabajos revelan que los pobladores empleaban utensilios de sílex, se dedicaban a la caza de conejos y también a la recolección de caracoles para su consumo alimenticio. Además, compartían espacio con animales como la cabra, el caballo, el ciervo o el uro. Concretamente, entre los hallazgos faunísticos destacan una mandíbula de una especie de toro y una pezuña de un caballo salvaje.
Durante las excavaciones se recuperaron un gran número de moluscos, lo que demuestra que la presencia del caracol en la gastronomía de la zona se remonta a miles de siglos atrás.
Además de restos de animales y de piezas de sílex, los análisis llevados a cabo en l'Abric de la Cantera también han constatado la presencia de cierta flora desaparecida ya en el entorno, como el 'pinus negral', una especie que se desarrolló en la glaciación.
El hallazgo más importante es el de tres conchas marinas empleadas como adorno, similares a las encontradas en la Cova Beneito en Muro de Alcoy, lo que indica que existían "circuitos de intercambio y redes sociales" entre ambos asentamientos.
Los estudios también han permitido establecer que la línea del mar se encontraba entonces a una distancia de 25 kilómetros y que las condiciones climáticas eran más frías que las actuales, con extremos de temperatura y humedad.
LA EDAD DEL BRONCE
La Edad del Bronce (2.200-1.100 a.C., aprox) fue testigo de un cambio en la ocupación del territorio, concretado en la ubicación de los poblados en cerros o elevaciones topográficas y en la generalización de una arquitectura en piedra, con el fin de tener un mayor control visual sobre el entorno geográfico, así como de conseguir un mayor grado de estabilidad territorial. Durante este periodo, se observarán transformaciones en la organización social de las comunidades, tendiéndose a una mayor jerarquización, debido a la aparición de clases dirigentes, enriquecidas por la práctica comercial. Hubo un importante crecimiento demográfico, a causa del aumento de los recursos agrícolas y ganaderos, originándose tensiones y conflictos intergrupales.
En la historia del Tossal de la Cala se conocen durante el siglo XX dos campañas de excavaciones normalizadas, el Padre Belda realizó la primera en 1943. Ese año se excavaron un total de 27 estancias adosadas a la muralla. En julio de 1956 parte del yacimiento fue destruido al construir la carretera de ascenso al mirador. A consecuencia de ello, Miquel Tarradell y Alejandro Ramos realizaron una intervención de urgencia tratando de recuperar toda la información posible y excavaron las estancias situadas actualmente a la izquierda de la calle de ascenso. Aunque el yacimiento se incluyó entre los destacados de la Contestania ibérica, las excavaciones ilegales y la presión urbanística lo relegaron al olvido.
Desde 2010 el yacimiento vuelve a ser objeto de atención en el marco de los proyectos de I+D desarrollados por un grupo de profesores del Área de Arqueología de la Universidad de Alicante.
El repertorio de hallazgos mostraba un inusual porcentaje de cerámicas de origen itálico, como ánforas, vajilla de cocina, de mesa o lucernas. Además los objetos de metal identificaban la militaria del ejército romano, a lo que se unía stili de hueso, sondas quirúrgicas de bronce o monedas. A partir de 2013 se llevan a cabo campañas anuales de excavación dedicadas a documentar e interpretar las construcciones descubiertas en los años 40 y 50. Se confirma que se trata de un fortín o castellum que albergaría al menos dos centurias romanas. Gracias al empeño del Ayuntamiento de Benidorm, el Tossal de la Cala está hoy consolidado siguiendo la normativa europea de restauración del patrimonio histórico, una labor previa a la musealización definitiva que lo convertirá en parque arqueológico.
Entre los años 82-72 a.C. Hispania fue escenario de las primeras Guerras Civiles romanas. Quinto Sertorio, del bando popular, construyó en la costa norte de Alicante una red de fortines para vigilar el paso de naves enemigas. El Tossal de la Cala fue elegido por su control absoluto de la bahía y por tener una cala en su base apta para el varado de pequeñas naves. La fortificación consta de una muralla de sólo 1 m de ancho de piedra en su base y alzado de tapial. Sin embargo, los muros perpendiculares de las estancias intestan con la muralla para formar un sólido bloque defensivo de hasta 5 m de grosor, en el que las estancias podrían funcionar como cajones o casamatas en caso de ataque.
El fortín presenta una única calle que lo recorre de este a oeste. Los edificios que abren a dicha calle están constituidos por estancias a dos alturas comunicadas por escaleras. Las puertas y umbrales nos ayudan a diferenciarlos. Se distinguen mediante la alternancia de gravas de colores. En un fortín romano-republicano, los edificios corresponden a las viviendas de los soldados y oficiales, almacenes, talleres, hospital, etc. Por el momento, sabemos que la estancia 29 del plano fue un almacén de ánforas y la 30 un posible taller de fundición de plomo.
VIDA DEL SOLDADO EN LOS FORTINES / El contubernium
La unidad básica del ejército romano era el contubernium, un grupo de ocho soldados que compartían habitáculo y deberes. Durante el día las tareas a realizar eran constantes y se cumplían a rajatabla. La rutina comenzaba con el desayuno. Algunos se dedicaban a realizar la guardia en la entrada, en la muralla o en el praetorium, el alojamiento del comandante. Otros iban de maniobras al campo o entrenaban con las armas dentro del recinto fortificado. Debían estar preparados para un posible ataque, por lo que el entrenamiento diario en momentos de paz era obligatorio.
EL MANTENIMIENTO DEL CASTELLUM
La conservación del fortín era fundamental. Además de soldados, participaban carpinteros, albañiles, herreros, mozos de cuadra o de almacén. También había médicos encargados de cuidar a los enfermos o curar heridas, o escribas dedicados a redactar las cartas oficiales o llevar las cuentas. El acarreo de agua y leña era diario y, en ocasiones, se mandaba soldados a cazar para traer carne fresca. Antes de ir a dormir se debía dejar todo el equipo impoluto: las armas, la indumentaria y también la vajilla que portaba el soldado. Durante la noche, algunos realizaban guardias. También había un tiempo para el ocio, como demuestra el hallazgo de fichas de juego.
LA DIETA
La dieta del soldado era variada pero había tres alimentos que no podían faltar: cereal, especialmente trigo, vino agrio y aceite de oliva. El vino y el aceite eran suministrados por Roma. Llegaban envasados en ánforas. En cuanto al trigo, Roma permitía el abastecimiento en la misma Hispania por una cuestión práctica: los soldados tomaban una buena cantidad todos los días y el transporte era más corto desde el campo de cultivo de sus vecinos iberos. El aceite servía como alimento, para la iluminación y para el mantenimiento de los objetos de metal y cuero de la impedimenta del soldado. La sal constituía un elemento imprescindible. Se usaba para condimentar y conservar alimentos pero también tenía una función médica. La dieta se completaba con hortalizas, legumbres, fruta, carne fresca, miel, tocino de cerdo, leche, queso, hierbas aromáticas y salazones. Cada contubernio cocinaba su ración diaria en una cocina portátil para lo que usaba ollas, cazuelas y sartenes.
EL SALARIO
En estos fortines es habitual encontrar monedas romanas e ibéricas. Se trata mayoritariamente de ases de bronce y divisores de menor valor, a los que se le añade algún denario de plata y téseras de plomo monetiformes. Fueron acuñadas por la república y por algunas ciudades ibéricas, forzadas por los romanos a emitir moneda para sufragar los gastos bélicos. Aunque sus fechas de emisión van desde el siglo II a. C. A inicios del I a. C., su aparición junto a cerámicas y militaria sitúa su uso durante el conflicto sertoriano. El acusado desgaste, que afecta especialmente a los ases romanos, indica que circularon durante un periodo prolongado. Utilizadas para pagar a las tropas, estas monedas fueron usadas por los soldados en las transacciones cotidianas.
Benidorm tuvo su origen en la Carta de Población que le otorgó el Almirante Bernat de Sarriá el 8 de mayo de 1325 , asentando el núcleo urbano y castillo en la denominada Punta del Canfali, promontorio que entra en el mar entre las dos playas de la ciudad ( Levante y Poniente).
Durante siglos, el castillo de Benidorm sufrió los ataques de los piratas, lo que provocó el abandono de la población y el deterioro progresivo de sus defensas. El peor asalto se sufrió en agosto de 1447 cuando la flota tunecina atacó la ciudad y capturó a todos sus habitantes. En el siglo XVI, el ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli propuso, sin éxito, mejorar las defensas del castillo y dotarlo de una mayor guarnición militar.
El 8 de abril de 1666 la Señora de Benidorm, Beatriz Fajardo de Mendoza, volvió a otorgar una nueva Carta de Población disponiendo la mejora de las murallas del castillo y la residencia obligatoria de cuarenta familias.
Durante el siglo XVIII, el aumento de la seguridad marítima y la ocupación de las zonas más llanas, provocó el progresivo abandono del castillo y del casco antiguo.
Durante la Guerra de la Independencia el castillo de Benidorm, ocupado por las tropas napoleónicas, fue bombardeado y destruido casi al completo por el ejército inglés.
La remodelación del castillo de 1928 varió totalmente su fisonomía, conservando únicamente la denominación. Fue entonces cuando se añadió la balaustrada que con el paso del tiempo se ha convertido en su elemento más característico.
INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA
La intervención arqueológica realizada en 2019 en el Castillo de Benidorm ha permitido conocer la realidad material de este emplazamiento defensivo, del que prácticamente hasta el momento solo se tenía noticias a través de las fuentes escritas y documentales al encontrarse desmontado y tapado por el pavimento y otros elementos de la Plaça del Castell.
Una de las principales conclusiones que se han podido extraer es la concordancia entre dichas fuentes escritas y el registro arqueológico, existiendo una correspondencia bastante fiel entre la evolución histórica narrada en las fuentes y las fases documentadas durante la excavación.
Uno de los datos que ha aportado esta actuación, y que hasta ahora sólo se había apuntado como posibilidad, es la presencia humana en este emplazamiento previa a la fundación del castillo en el siglo XIV. Se desconoce el alcance de dicha ocupación, pero sí se puede afirmar cierta actividad en este lugar desde al menos el siglo XIII.
Desde su fundación en el siglo XIV, el castillo pasa por cuatro momentos destacados, que son:
-El acondicionamiento de la punta del Canfali para crear una superficie habitable sobre la que asentar el castillo, construcción de una línea defensiva exterior documentada en varios puntos en el Este, Sur y Oeste, así como de un patio interior con aljibe delimitado por varias estancias cuya configuración se mantendrá a lo largo de la vida del castillo, experimentando los muros que las conforman por el exterior múltiples arreglos y reformas debido al paso del tiempo y a los ataques periódicos que sufrirá la fortaleza hasta el siglo XIX.
-Un período de grandes reformas en el siglo XVI, en el que el castillo se refortifica para soportar los envistes más duros de los ingenios de guerra de este momento, centrándose este robustecimiento de las estructuras defensivas sobre todo en el lado de su conexión con tierra, con la construcción de varios muros de importante grosor, con parte de su recorrido ataludado y tirantes-contrafuertes, como se ha podido documentar especialmente en el lado Oeste, así como la construcción de una torre de planta poligonal, dotada de su propio aljibe, en la esquina noroeste del recinto fortificado. Es importante señalar también que este momento parece ser en el que más actividad hubo en el castillo, ya que el material cerámico datable en este período es, con mucho, el más abundante.
-Así mismo es destacable un período, entre los siglos XVIII-XIX, en el que el castillo experimenta una reestructuración del espacio interior centro-norte, en el que se acondiciona un espacio diáfano rectangular, patio-plaza, con unas canalizaciones perimetrales para recogida de agua. Desconocemos si la configuración de este espacio era similar en siglos anteriores, ya que la estratigrafía interior de este patio-plaza se ha perdido debido a un vaciado general de este punto en el siglo XX para acondicionar un espacio de jardín. Lo que sí se puede decir es que los muros perimetrales que se han conservado delimitando este lugar corresponden a este período.
-Por último, con la pérdida de la función defensiva del castillo a finales del siglo XIX es reseñable la amortización del foso como espacio de ocupación, construyéndose varios muros que subdividen su trazado para hacerlo habitable, y, por último, el aporte masivo de tierras para la construcción del mirador, rellenando la esquina noroeste con tierras provenientes de un lugar de enterramiento cercano, lo que ha permitido la recuperación de restos antropológicos esqueletizados sin conexión anatómica correspondientes a un número mínimo de 32 individuos.