Benidorm y la Marina Mercante
La historia naval de Benidorm en el último tercio del siglo XVIII, todo el XIX y
la primera mitad del XX, es tan apasionante como desconocida para las
actuales generaciones. Parece increíble que una pequeña población, que en
estos siglos oscilaba entre los 2.000 y 3.000 habitantes, haya alcanzado tanta
relevancia en la historia naval española. Es imposible citar a todos los oriundos
de Benidorm entre cientos de capitanes, pilotos, jefes de máquinas,
radiotelegrafistas e innumerables carpinteros, electricistas, mayordomos y
cualquier otro oficio que pudiera albergar un buque de alto bordo como los de
las compañías «Pinillos», «Marqués de Campo», «Naviera Gallart», «Cía.
Valenciana» o «Transmediterránea». En buques de todas ellas se embarcaron
marinos de Benidorm, que siempre estuvieron al frente de los mejores barcos.
Benidorm fue un emporio en la mar cuando la navegación era la actividad
humana más estratégica; tiempos en los que las potencias mundiales se
medían por la envergadura y el poder de sus flotas, por su capacidad para
mantener sus colonias y proteger el tráfico comercial. En ese contexto,
también entre los corsarios al servicio de la Corona Española, en la Marina
velera y en la de vapor, siempre hubo capitanes y oficiales de Benidorm,
respetados y admirados en el mundo entero.
El origen de esta historia parte de la navegación en corso. El Archivo General
de Marina “Álvaro de Bazán” conserva nueve legajos que abarcan desde el
siglo XVIII hasta 1826 relativos a la navegación en corso o profesión de
corsario con apellidos como Orts, Bayona, Ortuño, Zaragoza, Barceló, Pérez
Barceló, Pérez Martínez, Llorca y Llinares, todos ellos naturales de Benidorm.
La navegación en corso es la que se hace en búsqueda y persecución de
piratas y embarcaciones enemigas, apresándolas cuando se encuentran. Esta
“patente” para apresar naves enemigas debía ser autorizada por el
comandante de Marina.
Sobra la propia actividad en Benidorm, en 1793 el alcalde José Orozco solicitó
autorización para disponer de dos embarcaciones armadas. Esos últimos años
del siglo XVIII y los primeros del XIX hubo en la localidad una importante
actividad corsaria debido a los conflictos armados contra Gran Bretaña y la
Francia napoleónica.
La navegación en corso da paso a la navegación de cabotaje y de vela y
durante el trienio constitucional (1820-1823) se establecen decretos que
facilitan el comercio. En 1820 existían 230 barcos de pesca, cabotaje y grandes
embarcaciones, con matrícula de Benidorm. Es intenso el tráfico con Almería,
Málaga, Sevilla, Huelva, Algeciras y Cádiz (punto de partida a América),
Valencia, La Habana o Marsella, donde muchos benidormenses pasan a residir
para mejorar la red comercial.
En 1820 está documentada la navegación de altura a América y son
numerosos los pilotos y capitanes de Benidorm al mando de buques veleros en
las líneas americanas y filipinas.
Los capitanes pasan a las grandes compañías catalanas, gaditanas,
valencianas, bilbaínas y santanderinas, que reclaman a los marinos
benidormenses por su pericia y tradición. En la década de 1850-1860 aparece
una nueva generación de capitanes y pilotos, la mayoría especialistas en la
carrera americana.
Hacia 1870 la Marina Mercante española se componía de 1.420 barcos, de los
que 1.312 eran veleros y únicamente 108 vapores. Las flotas de grandes
veleros de hierro no desaparecieron hasta los años 1925-1930.
La Marina de cabotaje estaria íntimamente ligada a la carrera a América y a
Filipinas. El cabotaje era la vía natural de comunicación antes de 1868,
extendiéndose por el Mediterráneo y el Atlántico, transportando nieve de
Aitana, papel desde Alcoy, tejas, telas, harina y tabaco.
En 1865, de una población de 3.000 habitantes hay 1.700 matriculados en el
Gremio de Mareantes de Benidorm; y en 1890, más de 70 capitanes en activo.
Aunque la vela compitió con el vapor, varias circunstancias determinarían su
declive, entre ellas, los perfeccionamientos en el vapor que permitían nuevas
posibilidades fuera del alcance de los veleros. Si en 1858, un bergantín
necesitaba entre 12 y 14 días para cruzar el Atlántico, en 1862 un vapor podía
hacerlo en 8 días.
Otras razones fueron:
• Los buques de madera tenían grandes limitaciones en el aumento de
tonelaje, aunque fueran de casco de hierro, en un momento de auge de
demanda y tráfico de productos pesados.
• La construcción de buques metálicos costaba entre un 15 y un 70% menos
que los de madera, y además los vapores necesitaban menos tripulación, por
lo que se fueron suprimiendo las velas auxiliares.
• La apertura del canal de Suez, en 1869 acortaba notablemente los viajes
entre Europa y la India o Australia, pero sólo era utilizable por buques de
vapor, no estando permitida la vela.
Los veleros trataron hasta el último momento de mantener la competencia,
aunque fuese limitándose al tráfico en que la velocidad no fuera determinante.
No obstante, aún en 1940 los motoveleros eran empleados en la navegación
de cabotaje y las rutas africanas.
La pericia adquirida al mando de buques veleros de los marinos de Benidorm
en las líneas americanas y de las Antillas tiene un efecto llamada sobre las
grandes compañías de vapor que reclaman capitanes, maquinistas,
radiotelegrafistas, y a su vez contramaestres, sobrecargos, mayordomos,
cocineros, camareros a bordo de sus barcos. Grandes dinastías familiares de
marinos se transmiten de padres a hijos, hermanos, nietos, primos,
constituyendo un entramado de apellidos en ocasiones muy difícil de seguir.
Puede que en esta larga historia de viajes por el mundo estuviera el
nacimiento del turismo en Benidorm, pues muchos de los primeros hoteles de
la localidad fueron construidos por marinos benidormenses, que tras sus
innumerables singladuras fueron capaces de ver el potencial de su pueblo y
anticipar la repercusión que acabaría teniendo la actividad turística, hoy
convertida en industria.